Gutiérrez Nájera, al mirar hacia el futuro, no anticipó que la modernidad porfiriana terminaría desencadenando una Revolución. Su percepción de la Ciudad de México la describía como una enorme tortuga, con sus patas extendiéndose hacia todos los puntos, simbolizando un crecimiento urbano que, sin él saberlo, marcaría el inicio de una profunda transformación en el país.